martes, junio 11, 2013

La migliore offerta

En toda falsificación siempre se encuentra algo auténtico.
A este axioma se aferra el personaje de Geoffrey Rush, que atisba que frente a un gran engaño, el amor permanece verdadero, sin quebrantar.
Virgil Oldman es una persona que se muestra más cómoda entre obras de arte que entre personas.
Alguien que ama la belleza de las creaciones artísticas, que se apropia de los retratos auténticos de mujeres, falseando su actividad profesional y engañando a los propietarios sobre la falsa falsedad de los cuadros.
Su pulcritud es un acto de defensa ante la humanidad; no quiere ser dañado, ni físicamente ni emocionalmente.
Siempre ha amado a las obras de arte y mirado a los ojos a los retratos de damas desconocidas, pero nunca ha hecho lo propio con mujeres de verdad.
Ante él, de forma no tan casual, aparece la oportunidad de vivir una experiencia irreconocible, ya que encuentra a una persona como él, timorata ante el exterior, ante el contacto humano.
De la curiosidad pasa a la pasión, guiada por los consejos de alguien mucho más joven, pero con más experiencia.
Sus recelos se desvanecen ante estas personas que llenan su nueva vida, su desconfianza se suprime y nace una nueva persona, dispuesta a redimirse, a afrontar sus debilidades.
El amor le conduce a un sendero inexplorado, hacia un abismo, en que irracionalmente, quiere ver una luz, una salida hacia la que dirigirse.

La música de Ennio Morricone fluye entre las secuencias, sin hacerse protagonista como en otras grandes obras, como la maravillosa Cinema Paradiso que firma junto a su fiel Giuseppe Tornatore.



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