jueves, junio 08, 2006

Chungking Express

En esta ocasión copio y pego unos "comentarios de película", valen las dos interpretaciones, de otro cinéfilo irredento.
No he podido extraerlo directamente de su blog, cinemerida, de David Garrido, sino de la elista de cine.

Esta si que es una operación quirúrgica profunda de una película, y me demuestra que aunque creamos ser muy friquis, sabios, enteraos, siempre hay alguien que te supera:

1. CHUNGKING EXPRESS: El principio de acción-reacción

Por múltiples razones, Chungking Express es una película interesante dentro de la filmografía de WKW. En primer lugar, por su atípico proceso de producción y rodaje. Ya se contó brevemente en el mensaje anterior a propósito de Ashes of Time: el agotador proceso de realización y post-producción de tan complejo e inacabable filme, que absorbe casi por completo las energías del director, le produce un curioso movimiento pendular y cuando se ve con dos meses libres por delante por un problema con el sonido, WKW se tira a las calles de Hong Kong que mejor conoce – de hecho rueda toda su nueva película en el barrio de su infancia – y con una producción levantada en solitario por la Jet Tone, se descuelga con una película que estilísticamente poco o nada tiene que ver con lo que hasta entonces ha rodado el director, que se diría poseído por una fiebre cercana a directores de espíritu libre como Cassavettes o el mismísimo Jean Luc Godard, cuyas huellas pueden rastrearse con relativa facilidad en las desconcertantes imágenes de Chungking Express.

WKW utiliza de nuevo su ya famoso sistema de ‘Work in progress’, es decir, rueda sin un guión definido hasta tal punto que escribe por las mañanas las escenas que luego rueda por la noche – en la segunda historia será al revés: escribe por las noches las escenas que luego rodará de día – cuenta con un presupuesto que de puro exiguo es casi inexistente – como contraposición al enorme derroche que está suponiendo la inconclusa Ashes of Time – y su set es la calle (por no contar no cuenta ni con los oportunos permisos para rodar: Chungking Express es puro cine de guerrilla), los bares y tiendas que considera apropiados y hasta la mismísima casa de uno de sus dos directores de fotografía, Christopher Doyle, que se convierte para la ocasión en el apartamento del policía 663 donde se desarrolla la segunda historia de este díctico en el que WKW aborda de nuevo sus conocidos temas de la soledad, el rechazo amoroso y la importancia de la memoria, si bien desde una perspectiva algo distinta.

Eso sí, vuelve a contar con un reparto de lujo, ya que su prestigio como autor sigue siendo intocable. No puede contar, como es su primera intención, con Leslie Cheung, el protagonista de sus dos filmes anteriores, ocupado en una serie de proyectos así que para el papel del policía 663 vuelve a confiar en Tony Leung Chi Wai – una decisión con la que todos salimos ganando y que cimentará la fructífera relación entre ambos que luego culminará en In The Mood For Love y 2046 – y repite con Brigitte Lin, que en ese momento es la actriz mejor pagada y más famosa de Hong Kong... pero para desesperación futura de sus fans, su personaje sin nombre se pasará toda la película escondida debajo de una gabardina, unas enormes gafas oscuras y una espectacular peluca rubia que la hacen irreconocible, una manera como otra cualquiera de WKW tanto de cargarse cualquier conato de divismo por parte de sus actores como de afirmar su autoridad absoluta sobre sus proyectos más personales por encima de consideraciones comerciales. Una vez más, dos estrellas de la música se convierten en actores de la mano de Wong Kar Wai: Takeshi Kaneshiro, popularísimo cantante taiwanés de origen nipón al que luego veremos en títulos como Fallen Angels y al que el lector recordará por su participación en la reciente La Casa de las Dagas Voladoras de Zhang Yimou, en el papel del joven policía 223 que protagoniza la primera historia; y la cantante pop de moda Faye Wong, mujer bellísima a la que WKW somete a un arriesgado y radical cambio de imagen: le corta el pelo y le proporciona un vestuario más bien andrógino y para nada femenino, lo que no impide que la imagen que da en pantalla sea una bomba de considerables dimensiones. Por obra y gracia de WKW, Faye Wong (a la que WKW recuperará en 2046 en un sugestivo doble papel) se convierte en un trasunto de la inolvidable Jean Seberg de Al Final de la Escapada, con semejante poder de sugerencia. Por si eso fuera poco, Faye Wong interpreta para la película la canción Dream Person, que no es sino una versión en cantonés del tema Dreams de The Cranberries, que además tiene cierta importancia en el desarrollo argumental del filme. El reparto se completa con la breve pero importante presencia de otra bella, Valerie Chow – vista después en la película de John Woo Matar a un Ladrón – en el papel de la azafata que tiene una relación con el policía 663. La idea inicial de WKW es recuperar tres historias de amor que tiene esbozadas desde mucho tiempo atrás y hacer con ellas una película muy dinámica y fresca de episodios. Pero al poco de empezar se da cuenta que con las dos primeras tiene de sobra para hacer la película y deja para mejor ocasión la tercera. Con el tiempo, esta tercera historia desechada será el germen de su siguiente filme, Fallen Angels.

Lo que más llama la atención del proceso de producción de Chungking Express es la inaudita velocidad con la que todo tiene lugar: desde que WKW tiene conciencia de que tiene dos meses libres por delante para olvidarse por completo de Ashes of Time se pone en marcha y en tres semanas intensísimas ya ha completado el rodaje del filme. Para lograr tal cosa, reutiliza a los miembros de su equipo técnico en como miembros del reparto, lo que permite descubrir algunos rostros claves del cine de WKW delante de las cámaras. Sin ir más lejos, el occidental que es el contacto chungo de la mujer protagonista de la primera historia es... el mismísimo Christopher Doyle, al que no le basta con ceder su propia casa al servicio del proyecto. El operador de foto fija del filme Chen Jinquan da vida al divertido personaje dueño de la tienda Midnight Express, cotilla y consejero sentimental de los protas masculinos del filme. Tras terminar el rodaje, el proceso de post producción se hace a la misma velocidad de crucero (apenas un mes) y habiendo comenzado a gestarse el proyecto a finales de abril, el 14 de julio ya está en las pantallas de Hong Kong... donde una vez más es recibido con suma indiferencia por un público que solo se deja en taquilla poco más de siete millones de $ HK, o sea, unos dos millones menos que Days of Being Wild. También una vez más la crítica se enamora del filme y la aupa hasta que consigue diez nominaciones a los premios de la Academia (WKW consigue un récord difícilmente superable: compite consigo mismo con Chungking Express y Ashes of Time, recibiendo un total de ¡19 nominaciones entre los dos filmes!) de los que acabará llevándose los cuatro grandes: Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Actor (Tony Leung chi Wai) y Mejor Montaje.

Chungking Express también supone un punto y aparte en la filmografía de WKW porque es la película que marca su consagración internacional: no solo resulta un éxito considerable en Japón – donde se proyecta durante todo un año – sino que es vista en el Festival de Estocolmo por un desde entonces seguidor entusiasta de WKW: el mismísimo Quentin Tarantino que a través de su distribuidora personal Rolling Thunder – una especie de filial de Miramax, la casa madre de los proyectos de Tarantino – se encarga de difundir la película en los EE.UU. e internacionalmente hablando maravillas de ella. Tarantino la presenta en la UCLA de Los Angeles en junio de 1995 con las siguientes palabras “En los últimos años, ninguna otra película me había hablado tan a flor de piel, así que no tuve más remedio que enamorarme de ella” y la lleva por todo el país en una campaña de promoción personal que, gracias a la popularidad del director por el reciente éxito de Pulp Fiction, consigue que WKW de un salto internacional de enormes proporciones. Tanto que es la primera película de WKW que se estrena en España (eso si, con un año de retraso, en junio del 96) exclusivamente en V.O. subtitulada. Recauda poco más de nueve millones de pesetas y es vista por dieciséis mil espectadores... entre los que se encuentra un servidor, que tiene aquí su primera experiencia con el cine de WKW.

2. La película: WKW se divierte con los géneros

“Chungking Express supone una ruptura en el conjunto de mi obra: los personajes llegan a aceptar su soledad, son más autónomos y más independientes, no hallan desesperación en su propia búsqueda, sino sobre todo divertimento. Después del tratamiento grave y profundo de Ashes of Time, con Chungking Express quise realizar una película contemporánea más ligera, pero donde los personajes se enfrentaran a los mismos problemas” (Wong Kar Wai)

Recuerdo que fui a ver Chungking Express una tarde bastante calurosa en Madrid, llevado por una entusiasta recomendación de Quentin Tarantino que había leído acompañando a unas sugestivas imágenes de la película – la jugosa escena entre Tony Leung y la atractiva Valerie Chow en ropa interior – que había entrevisto en algún programa televisivo. Yo no tenía ni la más remota idea de quien era el Wong Kar Guay ese pero si el tipo que había hecho Reservoir Dogs y Pulp Fiction decía que era una de las películas del año, pues esa recomendación me valía. Me encontré en una de las primeras sesiones de la tarde en una sala casi desierta y a poco de comenzar la película estaba completamente perdido ¿Qué podía haber visto Tarantino en esta especie de falso thriller que ocultaba una peculiar historia de desamor llevada de forma bastante infantil por su protagonista? (“Menuda gilipollez eso de las latas de piña caducadas”, pensaba yo entonces) Quizás fuera la extraña aunque vigorosa puesta en escena de la película: una sucesión de planos entrecortados, siempre con cámara al hombro y en el que se rodaban muchos menos fotogramas de los normales para luego dar esa sensación de aceleración en el proceso posterior – esto lo supe después, porque en aquella época tampoco tenía ni pajolera idea de nada de esto - que creaba una atmósfera extraña a la par que sugestiva, un Hong Kong vivo, vibrante y marciano en el que el director parecía permitirse el lujo de rodar cualquier cosa sin atender a patrones narrativos más o menos normales del género. Reconozco que me costó lo mío entrar en aquel filme, pero que cuando Faye Wong inundó de belleza la pantalla y se puso a desarrollar aquella esquiva, peculiar, sutil historia de amor con el segundo policía, noté que algo se movía dentro de mi: aquel tipo sabía como llegar al interior de uno de una manera harto original, con una historia que en apariencia se movía en los márgenes de la comedia romántica, pero que escondía una reflexión bastante triste sobre unos personajes heridos que eran incapaces de expresar lo que sentían abiertamente, cuya obsesión por las heridas del pasado reciente les impedía ver lo que se movía en su presente o que preferían fantasear con las posibilidades a hacerlas realidad, quizás porque cuando uno crea historias en su mente la realidad tiende a menudo a no cumplir las expectativas. Salí del cine con una sensación extraña: no sabía que pensar sobre ese final presumiblemente feliz y sin embargo abierto, ambiguo; la película a ratos me había fascinado y a ratos me había parecido desconcertante. Recuerdo haber comentado por aquel entonces que me parecía una “modernez” con puntos interesantes. Y que no sabía por qué demonios le gustaba aquella peli a Tarantino...

Recuperada en un segundo visionado para este estudio, Chungking Express me sigue pareciendo una película un puntito desconcertante, aunque ahora soy capaz de apreciar mucho mejor algunas de las cosas que WKW transmite en ella. Para empezar es evidente que a pesar de que existen múltiples puntos de contacto entre la primera y la segunda historia, hay una enorme diferencia en el tratamiento visual de ambas. Tanto que le hace a uno preguntarse hasta donde termina el nivel de autoría de WKW y donde empieza el de sus dos operadores de cámara, Andrew Lau y Christopher Doyle, responsables respectivamente de la primera y la segunda historia que componen este díptico sobre dos personajes masculinos que se enfrentan de forma desigual a un mismo problema: superar la pérdida de un amor con las dos muy distintas mujeres que les acompañan (es un decir, porque ni una ni otra pasan demasiado tiempo con sus compañeros masculinos, a los que en realidad no se puede denominar parejas) en el proceso.

El comienzo de Chungking Express es cuanto menos chocante: nos describe, en medio de un Hong Kong aparatoso, vibrante, confuso pero también lleno de vida, la forma de ganarse la vida de una mujer eternamente camuflada bajo la protección de una gabardina, unas enormes gafas de sol y una peluca rubia: prepara un negocio de tráfico de drogas con unos emigrantes hindúes. La cosa saldrá mal tras el abandono en masa de dichos emigrantes con la mercancía, lo que dejará a nuestra atribulada protagonista en una delicada situación y en una lucha contrarreloj para solucionar el problema o pagar con su vida su fracaso. Al mismo tiempo, un joven policía se enfrenta a una crisis amorosa provocada por su pareja, una tal May, que le comunica el 1 de Abril (el equivalente a nuestro Día de los Inocentes en los países de influencia anglosajona, como Hong Kong) que le abandona. Cosa que al principio nuestro animoso policía, el 223, se toma como una broma... pero que con el paso de los días se va convirtiendo en una penosa realidad que le resulta imposible de asumir. Ambos personajes se encuentran (de hecho chocan) en los primeros momentos de la película y una voz en off nos desgrana una de esas sentencias tan propias del cine de WKW (“En el momento más cálido de nuestra intimidad, estábamos a solo 0,01 cm el uno del otro. 57 horas más tarde me enamoré de esta mujer”) en las que se mezclan su obsesión por el tiempo – habrá muchos más ejemplos en el filme: este es uno de los que más reflexionan sobre el paso y el inútil intento de embotellar el tiempo, sobre todo en la primera historia – y el sentimiento amoroso.

Nuestro buen policía lo intenta todo para enfrentarse al sentimiento de pérdida y melancolía que le invade: colecciona latas de piña que caducan el día 1 de Mayo, justo un mes después de que fuera abandonado, en la esperanza de que May reconsidere su decisión – a May le encanta la piña – y como metáfora de la caducidad del amor, dando pie a alguna que otra secuencia divertida con el encargado de la tienda donde las compra a razón de una por día (mientras, otra lata de conservas con la misma fecha de caducidad expresa el plazo que le queda a la misteriosa mujer rubia para solucionar su problema); ronda por las noches el apartamento de su amada – de forma parecida a como sucedía con el policía que hacía sus rondas nocturnas buscando a Maggie Cheung en Days of Being Wild – (la mujer busca desesperadamente a los hindús, haciendo verdaderas rondas de vigilancia); hace footing porque mantiene una curiosa teoría sobre como la falta de líquido en su cuerpo evitará que las lágrimas se formen y salgan a la luz (la mujer huye corriendo de sus perseguidores para salvar su vida tras un primer intento de asesinato); llama por teléfono a su amada (en vano: le contesta una voz masculina); se deja aconsejar por el dueño de la tienda de comida Midnight Express, que le ofrece que salga con otra camarera que también se llama May y finalmente, a un día de que se cumpla el plazo dado, asume la perdida definitiva de May con un acto tan simbólico como estúpido e intenta paliar el dolor buscando a la otra camarera del mismo nombre – que a esas alturas ya se ha ido del bar: una de esas oportunidades perdidas que tanto gusta meter en sus pelis al realizador – y tratando luego un tanto patéticamente encontrar una pareja entre sus antiguos ligues (también en vano) para ir finalmente a parar a un garito nocturno donde anuncia que se enamorará de la primera mujer que cruce la puerta... que por supuesto es una exhausta mujer rubia con gabardina y gafas de sol oscuras, a la que entra al alegre y un tanto desconcertante grito de “¿Te gusta la piña?” para asegurarse que es la opción correcta (!!)

En toda esta primera historia WKW se complace en meterse primero en una especie de estructura de thriller que abandona en seguida para centrarse en la forma en la que el policía 223 se enfrenta a la pérdida y como su historia y la de la esquiva mujer rubia – de la que se dan pistas que la unen sentimentalmente a su contacto occidental, que se da un buen fregoteo con una mujer... provista de una peluca rubia idéntica a la suya, indicativo de una relación pasada entre ambos personajes – se cruzan. Pero policía y traficante jamás sabrán nada de sus respectivas actividades y cuando al fin contacten en un bar, WKW parece querer entrar en el terreno de la comedia romántica... pero, lejos de eso, la noche que pasan juntos no puede resultar más anticlimática: ella se queda dormida mientras el policía ve viejas películas, come ensaladas y le quita los zapatos para que no se le hinchen los pies, dejando la habitación del hotel sin despertarla. A la mañana siguiente, un mensaje en su busca – a cuyos mensajes accede con una contraseña que es “un amor que dure 10.000 años” enésima referencia temporal– en la que la misteriosa mujer de la habitación le felicita por su cumpleaños hace que el policía declare que jamás olvidará ese momento que atesorará para siempre – en un deseo muy parecido al de aquel minuto único de Days of Being Wild – o al menos, procurará que no caduque. Y de ser así, que caduque en 10.000 años.

La segunda historia que da inicio en este momento es anticipada con otro breve choque del policía 223, esta vez con la nueva camarera Faye (Faye Wong). WKW introduce por segunda vez la misma frase, pero variando el final: “En el momento más cálido de nuestra intimidad, nuestros cuerpos estaban solo a 0,01 cm. Seis horas más tarde, esta mujer se enamoró de otro hombre”. El hombre en cuestión es otro policía, el 663 (Tony Leung Chi Wai) cuyo drama personal WKW introduce con una sucesión de escenas que son buena prueba de su dominio de la elipsis temporal como método narrativo. El policía va al Midnight Express todas las noches a encargar la cena para el y su novia y siempre lleva lo mismo: ensaladas Chef. Una noche el dueño del local le aconseja que cambie y, para evitar equivocarse con la cena de la chica, le sugiere que se lleve otra cosa además de la ensalada de siempre. En la siguiente escena, el policía cuenta que la chica prefirió pescado y se lamenta de que no le hubiera avisado antes de que no le gustaban tanto como a él las ensaladas chef, o sea, de su falta de sinceridad. El jefe le aconseja que varíe de nuevo el menú para complacerla. En la siguiente escena, el policía pide un café solo. Su chica le ha abandonado para probar “otra variedad” solo que esta vez de novios. Es una maravillosa forma de mostrar, en apenas tres escenas sucesivas que transcurren bajo la atenta mirada de Faye, fascinada en silencio con el policía, la crisis de esa pareja que marca la caída en el pesimismo y la melancolía del 663. En una hermosa escena repleta de erotismo, vemos como se inició esa relación con la azafata que ahora le ha abandonado, y la importancia que tienen diversos objetos presentes en el apartamento del policía – peluches, un avión de juguete, trapos de cocina – en esa crisis, ya que nuestro hombre se desahoga hablando con ellos.

La azafata dejará una carta de despedida para el policía en el Midnight Express, carta que es inmediatamente leída tanto por el dueño (a la sazón consejero sentimental) como por Faye, que además aprovecha que la azafata le ha devuelto las llaves de su casa para construir a partir de este interesante punto una hermosa relación: ella entra clandestinamente en su piso cuando el policía está trabajando y fantasea sobre el hombre del que está enamorada: curiosea sus cosas, limpia y finalmente acaba por tomar la resolución de cambiar su vida... llegando al extremo de cambiar los objetos que forman parte de la habitación y del pasado del 663, en un esfuerzo porque éste salga de la apatía, eliminando los rastros de su antiguo amor – como pretendía hacer Carina Lau con las cosas de Maggie Cheung en Days of Being Wild, por cierto – hasta tal punto que lleva peces, sustituye peluches gigantes, cambia el vaso del lavabo, las chanclas de andar por casa... La reacción del policía es desconcertante: sigue hablándole a los objetos en un esfuerzo por “consolarlos” que no es sino un intento más sacar de su interior el dolor por la mujer perdida.

WKW construye esta relación magníficamente apoyándose en las estupendas interpretaciónes tanto de Tony Leung como de una subyugante Faye Wong que borda su papel de chica fantasiosa que no se atreve a convertir sus sueños en realidad y que disfruta enormemente su papel de ángel guardián del atribulado policía, que parece vivir ajeno a lo que ocurre a su alrededor. Es una relación idealizada, elíptica, vivida a distancia pero con una enorme sensación de intimidad que se apoya en el esplendido partido que Doyle sabe sacar de su propio apartamento como espacio de intercambio de mensajes entre ambos y que tiene momentos grandiosos, como el instante en el que Faye Wong descubre el uniforme de azafata, se lo pone y después lo esconde en lo más recóndito del apartamento (cuando Tony Leung la encuentre le reprochará a la camisa que se haya escondido tanto tiempo y la aireará mientras un avión pasa por encima del tendedero, premonición de lo que luego sucederá); el jubiloso encuentro de un cabello en la cama por parte de Faye, los diálogos sucesivos con el trapo, el peluche gigante (cambiado) y la pastilla de jabón, la reflexión sobre “la casa que llora”, los CD o ese instante autorreferencial en el que el policía 663 carga con la compra de Faye de la misma forma que Ah Wong cargaba con la caja de alitas de pollo de su amada Maggie Cheung en Days of Being Wild, un extraño atisbo de intimidad que jamás se concreta en algo más duradero.

Toda esta segunda historia puede verse como un intento por parte de Faye Wong de convertirse literalmente en la mujer que 663 añora con tanta desesperación – desesperación que le lleva a eludir recoger la carta de despedida de su ex, porque es más que consciente de lo que contiene y prefiere no enfrentarse a ese dolor, un hecho que conmueve profundamente a Faye – hasta tal punto que, en medio de ese proceso profundamente romántico y un tanto enfermizo, cuando el juego finalmente se descubra y el policía (vestido con una camisa que Faye ha puesto en su armario) invite a Faye a un cita real en el bar California (Faye escucha obsesivamente California Dreamin’ de The Mamas and The Papas) ella no aparecerá porque... se ha ido a la verdadera California, dejándole otra carta de despedida. En una pirueta de este juego de cambio de roles, Faye regresará convertida efectivamente en una azafata de verdad, para descubrir que el policía ahora regenta el Midnight Express... lo que la verdad no es ninguna garantía de que el esperado reencuentro entre ambos vaya a tener un final feliz, sino que este queda un tanto en el aire.

Película engañosamente ligera que a pesar de un comienzo titubeante y algo abigarrado esconde una muy trabajada estructura narrativa en la que las dos historias de desamor de ambos policías esconden muchos más puntos en común de los que podría parecer en un primer momento – baste citar al respecto detalles como que los dos policías luchan por congelar en la memoria el recuerdo de sus parejas perdidas negándose a aceptar su nueva situación, que ambos recibirán mensajes de afecto no del todo directos (la llamada de la rubia felicitando el cumpleaños al 223, el billete de avión que Faye deja al 663); que el único momento de contacto físico con ambas mujeres son las piernas de estas: el 223 le quita los zapatos a la rubia para evitar que se hinchen los pies mientras que el 663 le da un masaje a Faye por un falso calambre o, en fin, que las dos se quedan dormidas en presencia de sus ‘parejas’ masculinas – al igual que hay otros que se usan como contrapunto o como espejo – la primera historia transcurre de noche y la segunda de día; el dueño del Midnight aconseja a ambos policías pero al 223 le dice que se olvide de May y que se fije en Faye mientras que al 663 le aconseja lo contrario, que se olvide de Faye y que se fije en May, la otra camarera del local – Chungking Express es una película que sin duda sirvió de necesario desahogo en su momento a un WKW al que posiblemente a esas alturas se le habría atragantado todo el proceso de Ashes of Time y que puede entenderse incluso como una consecuencia de un proceso de reacción a su anterior proyecto, una película libre, fresca, rodada de forma muy intuitiva en la que merece la pena destacarse el enorme protagonismo que adquiere la ciudad de Hong Kong, a la que el realizador casi convierte en un personaje más de un filme muy urbanita (tendencia que se acrecentará en siguientes filmes) y en la que resulta muy curioso el impulso vitalista que recorre gran parte de su metraje si lo contraponemos al estado mucho más melancólico de sus protagonistas. Hong Kong es casi como un ente cambiante, en continuo movimiento, en cuya enorme masa corren el riesgo de perderse los dramas cotidianos que viven aquellos que lo habitan.

Por lo demás, Chungking Express incide de manera aun más obsesiva si cabe en la forma en la que los personajes luchan contra el inevitable paso del tiempo intentando el imposible de fijar momentos pasados y pretender que queden indelebles en la memoria como forma no ya de conservarlos, sino de luchar desde el terreno de la imaginación contra un presente que en ningún momento les satisface y del que pretenden huir de forma constante, ya sea tomando decisiones extremas (como hace el personaje de Brigitte Lin), refugiándose en fantasías que no se atreven a convertir en realidad o que llevan al extremo de abandonar la propia personalidad para convertirse en el fantasma del pasado del otro (como hace el personaje de Faye Wong), reaccionando de forma infantil o extravagante al abandono (como hace el policía 223 con las latas de piña) o huyendo de una realidad en constante cambio por el simple método de ignorar la evidencia de esos cambios aun cuando no hay una explicación racional de los mismos (como hace el policía 663): es el recurso a la propia imaginación como válvula de escape para huir de un presente doloroso que se aboca a refugiarse en un pasado (o un futurible) que uno recuerda (o imagina) mucho más feliz, un recurso que, considerando la trayectoria fílmica de WKW, es dentro de su estado pesimista habitual lo más parecido a un final feliz que el realizador será capaz de darle a sus siempre atribuladas criaturas.

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