domingo, febrero 21, 2010

Agora

Amenabar anunciaba antes del estreno que tuvo que recortar el metraje por exigencias de producción; esta disculpa es entendible tras el visionado del film, que no llega a reflejar la personalidad de su protagonista, sobrepasada por las circunstancias de la época en la que le tocó vivir.
El montaje muestra los cortes antes mencionados, lo que evita un ritmo apropiado y provoque situaciones confusas, con desarrollos indefinidos de personajes principales.
El director se ha visto superado por elementos externos, como Hipatia, abandonada a su obsesión, sin capacidad para relacionarse sentimentalmente con las personas de su entorno.

Un gran esfuerzo de producción, que sumerge al espectador en la Alejandría del siglo IV, en un periodo en el que se estaba produciendo un cambio religiosos y político del decadente imperio romano.
El cristianismo, creciente en adeptos, derrocaba a otras religiones olvidándose de sus principios de paz y amor, cayendo en el exterminio,violencia y venganza.

Las ansias de poder son los únicos vínculos en común de las religiones, sean paganas, judias o cristianas.
Hipatia, ajena a estos vaivenes egoistas, se preguntaba por aquello en lo que creía,con fundamentos basados en la razón, frente al fundamentalismo en el que se sustentó el cristianismo en su avance, mucho antes de las Cruzadas.
El personaje del esclavo cristiano probablemente sea el más trabajado, pero se hecha en falta un mayor seguimiento en su evolución, mostrándose sólo resultados de sus decisiones.

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