Siento especial interés por la pareja artística Nolan & Bale.
El primero es capaz de revivar géneros cinematográficos desfasados o vapuleados por grandes producciones sin guiones decentes.
El segundo dota a sus personajes de un brillo especial, capaz de transmitir horror y candidez a partes iguales.
Las historias de dualidad en la personalidad dan mucho juego, y en este film la dualidad es aún más compleja; aunque también inverosímil. Pero el cine es una gran truco, y qué mejor forma para sacarle partido que representar una historia de magia, una rivalidad entre dos grandes farsantes.
Eso es lo que son Borden y Angier (Christian Bale y Hugh Jackman), que rivalizan en notoriedad como magos y artistas, como personas con vidas paralelas, salpicadas por envidia, odio y sed de venganza.
Todo gira sobre la Obsesión, y cómo conduce a cada persona a su acto final, a su prestigio, a su destino.
Una maravilla visual, de entretenimiento, de juegos de lógica y de trucos sucios, que está casi a la altura de películas tan redondas como Los 39 escalones (The 39 Steps ), El Golpe (The Sting), o La huella (Sleuth).
Por cierto que en el Golpe actuó el gran Michael Caine; si a todo este le añadimos la presencia de la siempre sugestiva Scarlett Johansson, tenemos un coctel perfecto, que produce un extraño, por escaso, buen sabor de boca tanto a espectadores como a crítica.
El público se cree el truco, porque realmente quiere ser engañado.
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